El amor por una madre es un sentimiento profundo e infinito, que merece ser expresado con las palabras más hermosas y sentidas.
Los poemas largos, con sus versos cadenciosos y llenos de imágenes vívidas, son la forma perfecta de rendir homenaje a estas mujeres excepcionales que nos dieron la vida y nos llenan de amor incondicional.
Por ello, si te es preciso sacar de dentro de ti todo aquello que sientes por la mujer que te dio la vida, es importante que dentro de un poema ecuentres todas las palabras que le quieres decir.
A continuación te comparto los poemas para mamá largos y bonitos:
Contenido:
- 7. Consejo Maternal – Olegario Andrade
- 6. Caricia – Gabriela Mistral
- 5. La madre ahora – Mario Benedetti
- 4. A mi madre – Manuel Gutiérrez
- 3. Doña Luz XVII – Jaime Sabines
- 2. Madre llévame a la cama – Miguel de Unamuno
- 1. Los versos a mi madre – Julio Jaramillo
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7. Consejo Maternal – Olegario Andrade
Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
(aún me parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía).
Ven y dime qué causas tan extrañas
te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas:
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes?
Ven para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.
Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije,
las causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón, y ¡lloro!…
Ella inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:
Llama siempre a tu madre cuando sufras
que vendrá muerta o viva:
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no, a consolarte desde arriba.
Y lo hago así cuando la suerte ruda
como hoy perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
¡y entonces siento que se ensancha mi alma!
6. Caricia – Gabriela Mistral
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…
5. La madre ahora – Mario Benedetti
Doce años atrás
cuando tuve que irme
dejé a mi madre junto a su ventana
mirando la avenida
ahora la recobro
solo con un bastón de diferencia
en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados
después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida
o acaso no la mira
solo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera
páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano insociable
que nunca quiso trabajar
tantos rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba
mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis
ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura
se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja
como si quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una tele nueva
o alcanzarle su bastón.
4. A mi madre – Manuel Gutiérrez
¡Madre, madre, si supieras
cuántas sombras de tristeza
Tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí
Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar
De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.
¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero a veces estas sienes
Apretar
Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar
Solo, madre, tu cariño,
Nunca, nunca, se ha apagado
para mí.
Yo te amaba desde niño;
Hoy… la vida he conservado
para ti.
Muchas veces, cuando alguna
pena oculta devora
sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
de mi edad.
Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en ni pecho tenebroso
Brota luz
Ya no quiero los honores;
Quiero solo estar en calma
Donde estás;
Solo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma…
Mucho más.
Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;
Mis ensueños me han burlado,
Tu amor solo, por ventura
Nunca huyó.
Tal vez, madre, delirante,
sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.
¿Por qué, madre, en ese instante?
¿Por qué entonces, vida mía,
no morí?
Muchas penas te he causado,
Madre sana, con mi loca
Juventud:
De rodillas a tu lado
Hoy mi labio solo invoca
La virtud.
Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad;
Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.
Si me muero —ya presiento
que este mundo no muy tarde
Dejaré, —
En la lucha dame aliento,
Y a mi espíritu cobarde
Dale fe.
Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho me salta
De pasión:
Solo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta Corazón.
3. Doña Luz XVII – Jaime Sabines
Lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
pero es más inútil morir.
2. Madre llévame a la cama – Miguel de Unamuno
Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer.
No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquél.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos contigo lo recordé.
¿Qué dice el cantar, mi madre, qué dice el cantar aquél?
No dice, hijo mío, reza, reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño que nada dicen sin él.
¿Estás aquí, madre mía?
Porque no te logro ver….
Estoy aquí, con tu sueño;
duerme, hijo mío, con fe.
1. Los versos a mi madre – Julio Jaramillo
Mi madre es un poema
de blanca cabellera,
que tiene a flor de labios
un gesto de perdón.
Cuando tras larga ausencia regreso
ella me espera,
me abraza como a un niño,
me besa con pasión.
Mi madre es pequeñita
igual que una violeta,
lo dulce está en su alma,
el llanto en el adiós.
Es dueña de mis sueños,
aunque no soy poeta,
los versos a mi madre
me los inspira Dios.
Qué linda que es mi madre
qué suerte es tenerla y
que dichoso al verla
feliz en el hogar
Radiante de alegría
al lado de sus hijos
cuidando sus nietitos
qué santa que es mi madre,
Bendícela, sí, bendícela Señor.
Mi madre es una rosa
de pétalos ajados
que guarda su perfume
muy junto al corazón.
Viviendo nuestra angustia
no sé lo que ha llorado
por eso al mencionarla
me embargo de emoción.
Mi madre es como un cromo
de mágica paleta
Canción dolor ternura
de todo hay en su voz
Es dueña de mis sueños,
aunque no soy poeta,
los versos a mi madre
me los inspira Dios.
Qué linda que es mi madre
qué suerte es tenerla y
qué dichoso al verla
feliz en el hogar.