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Una Navidad en el hospital, ¿qué fue lo que ocurrió?

    Las risas de los niños resonaban en las calles mientras jugaban a las guerras de nieve y construían muñecos. Diego y Mateo, siempre inquietos, al acabar de construir su muñeco, planeaban su próxima aventura.

    Laura, su prima, era una niña un poco más cautelosa, pero nunca dudaba en unirse a las ocurrencias de sus primos. Esa tarde, los tres decidieron explorar un viejo granero, y entre risas, Diego y Mateo idearon una travesura: asustar a Laura fingiendo que el granero estaba embrujado.

    Sin que ella lo supiera, prepararon una serie de trucos para sorprenderla. Mientras caminaban en medio de cajas polvorientas y herramientas oxidadas, Laura dio un salto y cayó en una de las trampas, que era una tabla suelta que la hizo tropezar y caer al suelo.

    Un estridente grito de dolor salió de sus labios, y los niños, alarmados, corrieron hacia ella.

    —Laura, ¿estás bien?— preguntó Mateo con preocupación.

    Ella intentó levantarse, pero una punzada en su pierna derecha se lo impidió.

    —Creo que me he lastimado la pierna—, murmuró Laura, conteniendo las lágrimas.

    Diego y Mateo intercambiaron miradas llenas de culpa. Su broma había salido mal, y ahora su prima estaba herida. Sin perder más tiempo, la ayudaron a salir del granero y la llevaron de regreso a casa. Sus padres, al ver la situación, decidieron llevarla al hospital para que la revisaran.

    En la sala de emergencias, el ambiente era diferente al bullicio festivo del exterior.

    Tras unas radiografías, el diagnóstico fue que Laura tenía una fractura en la pierna y necesitaría quedarse en observación.

    La noticia cayó como un balde de agua fría. La cena de Navidad sería en pocas horas, y la familia había planeado celebrarla juntos en casa. Diego y Mateo, abatidos, se dieron cuenta del impacto de su acción.

    —Todo es nuestra culpa—, dijo Diego con voz quebrada.

    —Tenemos que hacer algo para arreglarlo—, añadió Mateo.

    Regresaron a casa y, junto con el resto de la familia, prepararon una sorpresa. Empacaron la cena, decoraciones y regalos, y volvieron al hospital. Con permiso del personal, adornaron la habitación de Laura con luces y guirnaldas. Poco a poco, otros pacientes y sus familiares se unieron, atraídos por el espíritu festivo.

    Diego y Mateo organizaron juegos y repartieron galletas entre todos. Laura, sorprendida y emocionada, veía cómo el hospital se transformaba en un lugar de alegría y comunidad.

    Una enfermera se acercó con una sonrisa.

    —Gracias por traer la Navidad aquí. Han hecho que esta noche sea especial para muchos—.

    Diego tomó la mano de Laura.

    —Lo sentimos mucho. No debimos haber hecho esa broma. Prometemos ser más considerados.

    Ella les devolvió la sonrisa.

    —Los perdono. Esta es una Navidad que nunca olvidaré—.

    Esa noche, la familia y los nuevos amigos que hicieron en el hospital compartieron una cena llena de amor y gratitud. Los primos aprendieron el valor de la empatía y la responsabilidad, y descubrieron que la verdadera esencia de la Navidad no está en el lugar, sino en las personas con quienes compartimos.

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    Aquí te comparto la historia en video 😉:

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